EL ENCANTO DEL VAMPIRO II


(SEGUNDA PARTE)


Aunque el mito del vampiro tiene presencia desde la antigüedad, y en muy diversas culturas, su figura (como la conocemos actualmente) surge en las regiones centrales de Europa entre los siglos XV y XVI, en la época conocida como el Renacimiento.




Gracias a las distintas pandemias (como la peste negra y la peste bubónica) que acabaron con decenas de miles de personas, aunadas al desconocimiento científico de la mayoría de las enfermedades, fue que surgió la creencia de que el fin de la humanidad estaba cercana en manos de estos "muertos vivientes".


El contagio de la peste se dio a través de las pulgas en los ratones y otros roedores, que estaban en contacto frecuente con los pobladores de las aldeas, especialmente con los campesinos.


En aquella época nada se sabía sobre virus y bacterias, por lo que se relacionó a esta serie de muertes inexplicables y repentinas con fenómenos sobrenaturales con tintes demoniacos.


El pánico por la propagación desenfrenada de la peste orilló a que, en muchos casos, los cuerpos de los enfermos que se creían muertos fuesen enterrados sin que se corroborara el deceso, de ahí surgieron los primeros relatos de aquellos muertos que emergieron de la tumba.

Otra de las enfermedades que se relacionaron con "vampirismo" fue la porfiria; de este padecimiento se tomaron los síntomas con los que, según la creencia popular, se puede identificar a un vampiro ya que la porfiria provoca en el individuo:
Fotosensibilidad- Patología en la que la luz produce sangrado y laceraciones en la piel.
Deformidades faciales.
Palidez extrema en la piel.
Una gran necesidad de sangre (el tratamiento contra la porfiria incluye transfusiones de sangre)
Aversión por el ajo.

La creencia en los vampiros adquirió un nuevo rumbo al popularizarse las leyendas del príncipe Vlad Tepes "El empalador" y la condesa Erzsébeth Báthory, personajes cuyas acciones sanguinarias y posición estratégica de poder, les llevaron a ser catalogados como una nueva especie de "vampiros".

Vlad Tepes III (1431/1476) fue príncipe de Valaquia, hoy Rumania, conocido con el sobrenombre del Empalador por ser ésta la forma en que solía castigar a quienes cometiesen algún delito.


El empalamiento consistía en atravesar con una estaca afilada, desde el coxis, hasta la nuca de aquellos que consideraba delincuentes o enemigos.
A Vlad Tepes también se le conocía con el apodo de Draculea, o hijo de Dracul que en Rumano puede traducirse como "hijo del dragón" o también como "hijo del demonio". Sin embargo este príncipe era considerado por sus contemporaneos como un patriota y un gobernante fiel a su pueblo cuyas acciones estaban destinadas a preservar el bienestar de su nación.


A Vlad Tepes se le relacionó con la figura del vampiro, en una época posterior, y gracias al escritor irlandés Bram Stocker (1847- 1912), quien se inspiró en este príncipe para crear el personaje de su novela "Drácula", que encarnó al más conocido de los vampiros en la literatura.

Otro miembro de la realeza que hoy goza de cierta fama "vampírica" es la condesa Erzsébeth Báthory, sin embargo hay quienes atribuyen su fama sanguinaria a las intrigas de sus enemigos políticos, quienes buscaban su muerte.
Erzsébeth Báthory de Ecsed nació en Hungría en 1560, como miembro de una de las familias más poderosas de la aristocracia húngara y murió en Eslovaquia en el año de 1614.


La leyenda de la "Condesa sangrienta" señala que Báthory en un obsesivo intento por preservar su belleza y juventud, acostumbraba bañarse en la sangre de mujeres jóvenes, rito con el cual pretendía obtener lozanía perpetua, por este motivo dio muerte a más de 600 doncellas.


En 1612 fue enjuiciada por brujería, sin embargo gracias a su título nobiliario no podía ser condenada a muerte, por lo que se le recluyo en su castillo de por vida y dos años más tarde, en 1614 fue encontrada muerta por uno de sus celadores.




CONTINUARÁ...








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